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 MITOS Y LEYENDAS

La leyenda del colibrí

Escuela Nº 3 DE 4 - 6º A

 

Una hermosa india de grandes ojos negros, amaba a un joven llamado Ágil. Éste pertenecía a una tribu enemiga y por lo tanto sólo podían verse a escondidas.
Al atardecer, cuando el sol en el horizonte ardía, los dos novios se reunían en un bosque, junto a un arroyo cantarín y juguetón, que ponía su reflejo plateado en la penumbra verde. Los dos jóvenes podían verse sólo unos minutos pues de lo contrario podían despertar sospechas.
Dentro de la tribu de Flor, una amiga de ésta descubrió el secreto de la joven y rápidamente se apresuró a comunicárselo al jefe de la tribu. A partir de esto, Flor nunca más pudo ver a Ágil.
La luna, que conocía la pena del indio enamorado, le dijo a la noche: - Ayer vi a Flor que lloraba amargamente pues la quieren hacer casar con un indio de su tribu, desesperada pedía al Dios Tupa, que hiciera cualquier cosa con tal de librarla de aquella boda terrible.
Entretanto Tupa oyó la súplica de Flor y decidió transformarla en flor.
Esto último me lo contó mi amigo el viento.
-Dime luna, preguntó Ágil. -¿En qué clase de flor han convertido a mi amada?
-¡Ah, amigo, eso no lo se yo ni lo sabe tampoco el viento.
-¡Tupa¡ ¡Tupa¡ gimió Ágil, yo sé que en los pétalos de la Flor la reconoceré . Yo se que la he de encontrar. ¡Ayúdame a buscarla tú que todo lo puedes!
Y el cuerpo de Ágil , ante el asombro de la luna fue disminuyendo, hasta quedar convertido en un pequeño y diminuto pájaro multicolor, que salió volando apresuradamente.
Era un colibrí, y desde entonces el novio triste, en esa bella metamorfosis, pasa sus días buscando entre las flores, una a una, a su amada, pero dicen los más viejos de la tribu que no la ha encontrado.

 

ESCUELA Nº 13 DE 4 - CABA - ARGENTINA - 4º A

 

 


Hace mucho tiempo, aunque ya se practicaba la agricultura en los valles, la vida seguía siendo dura en los cerros y las punas, porque allí los pastorcitos sufrían la sed cuando marchaban tras sus rebaños. Uno de esos pastorcitos se había enamorado de una joven como el pero hija del curaca, el jefe de la comunidad. Cada vez que regresaba a la aldea – después de una larga jornada - , la saludaba desde lejos y ella le sonreía, le sonreía. El curaca no quería ni oír del amor entre los jóvenes. Soñaba con otro destino para su hija (¡seguro, el hijo de otro jefe!), y odiaba al pastorcito. Quizás esa prohibición los acerco. El chico, un día, junto coraje y le hablo: la quería con toda su alma y no se resignaba a vivir sin ella. La joven también le confeso sus sentimientos, y, sabiendo de antemano la oposición que encontrarían, escaparon hacia la montaña. A la mañana siguiente, muy temprano, cuando el muchacho debió marchar con los animales y el grupo de pastores, sus compañeros notaron su falta, pero partieron igual. Rato después, el jefe se levanto para iniciar su labor del día. Advirtió la ausencia de su hija y se sorprendió, porque ella nunca faltaba a esa hora. Algo malicio porque despacho un chasqui al cerro para saber si el pastorcito había marchado con las llamas. ¡Y no le cupo duda!  Convoco entonces a sus guerreros para salir en busca de los enamorados, apresarlos y darles su merecido. Los jóvenes sospecharon que el airado curaca andaría tras ellos. Llevaban horas de delantera, pero conocían la firmeza y la capacidad del jefe y sus guerreros. Apelaron entonces a la Pachamama, la Madre de los cerros, protectora de los cultivos de maíz y de la quinua, la que ampara siempre a quienes le manifiestan su respeto. En lo mas alto del cerro cavaron un hoyito, depositaron en el los alimentos que llevaban y los cubrieron con piedras; allí mismo hicieron una apacheta, uno de esos altares a cielo abierto queen plena montaña reverencian a la Madre generosa. Y cuando la apacheta había tomado forma y el curaca y sus guerreros trepaban la cuesta acercándose a los fugitivos la apacheta se abrió como un manto protector y recogió en su regazo a los dos enamorados. El airado jefe y sus hombres llegaron jadeantes a la cumbre, pero sólo encontraron una apacheta recién hecha ¡y ni rastros de los fugitivos! Tuvieron que volver a la aldea, y cuando el curaca finalmente se resigno, junto a la apacheta brotó una nueva planta, hasta entonces desconocida, que en la sequedad de esas alturas formó un grueso tronco, espinudo, alto y recto y con sus brazos al cielo: ¡era el pastorcito convertido en cardón, agradeciendo para siempre a la Pachamama! Desde entonces, los que marchan por el cerro solo tienen que voltear un cardón para encontrar en su esponjosa y jugosa madera que parece de papel, el agua que saciará la sed de hombres y animales. Y cuando las nubes se amontonan y las montañas resuenan con el trueno que anuncia tormenta, sobre el pecho verde del cardón nace una flor blanca para anunciar la lluvia que bendecirá la tierra: es ella, la enamorada, convertida en flor por la Pachamama.

 

EL REGALO DEL CARDÓN

ESCUELA Nº 3 D.E.4 - CABA   ARGENTINA - 4º A

Kalú y Anahí

Había una vez en una antigua tribu un indio llamado Kalú. Kalú trabajaba todo el día para poder darle de comer a su mamá que estaba muy enferma. En sus ratos libres le gustaba tocar la quena y alegrar las tardes de los demás indiecitos.

Una tarde cansado de trabajar en el rayo del sol, decidió recostarse bajo la sombra de un árbol y escuchar el sonido de su música. Anahí era la hija del cacique de la tribu, paseaba por el bosque cuando escucho esa hermosa melodía y decidió acercarse, lo vio a Kalú tocando debajo en un árbol, le pregunto cómo se llamaba –me llamo Kalú- y tú-

-Me llamo Anahí- ¡qué hermoso tocas!

-Gracias, te gustaría quedarte un rato y oír un poco más

-Me encantaría

Kalú y Anahí se juntaban todas las tardes a charlar y escuchar la hermosa melodía. Cierta tarde cuando se estaban declarando su amor, los interrumpió su padre el cacique y enfurecido se llevó a Anahí.

–Tú no puedes juntarte con ese indio, no es de tu nivel, tú te casaras con Pita el hijo de la tribu vecina, el matrimonio ya está arreglado- le dijo su padre.

-Pero padre yo no lo quiero, es muy injusto lo que me pides.

-Ya no hay vuelta atrás, por el bien de nuestra tribu te casarás y punto.

Anahí se fue llorando desconsolada. Una semana después le fue presentado su futuro esposo, pero Pita también estaba enamorado de otra joven de su tribu. Entonces decidieron enfrentar a sus padres, estos ante la negativa de ambos y al ver que no serían felices ningunos de sus hijos, cancelaron el matrimonio.

Anahí pudo casarse con Kalú, juntos formaron una nueva tribu y vivieron muy felices.

ESCUELA Nº 3 DE 4 - CABA -ARGENTINA - 4º A

LEYENDA DEL CEIBO

 

Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad. 

Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien  al rato,  fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo  la muerte en la hoguera.

La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.

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